Traducción de etiquetas y almacenajes

 

La acción de leer con detenimiento la información contenida en las etiquetas de los productos que compramos en el supermercado es cada vez más frecuente. Las personas que hacen esto —tal vez nosotros— miran los ingredientes, calculan las calorías, comprueban los conservantes y reflexionan acerca de cuán saludable es lo que van a adquirir o cómo de respetuoso parece ser el alimento con el medioambiente.

Es una práctica habitual, en parte fomentada por la enorme variedad de marcas y productos disponibles a nuestro alcance. De hecho, la consultora internacional Deloitte publicó, hace unos meses, un estudio donde se revelaban algunos datos acerca de este cambio en la manera de comprar y consumir productos alimentarios. El estudio sostenía lo siguiente:

  • El 76% de los consumidores asegura que, hoy en día, se preocupa más por su alimentación que hace cinco años.
  • Para el 61% es fundamental encontrar en el etiquetado ingredientes saludables.
  • El 42% de los compradores piensa que no posee datos suficientes acerca de los productos y alimentos que consume.

Como se ve, el interés por la información de los etiquetados en envases y cajas es creciente y no parece que vaya a menguar. Y precisamente por esta misma razón la traducción de las etiquetas cobra cada vez más importancia.

 

Pero ¿cómo funciona exactamente el etiquetado de productos alimentarios?

 

Ya sea con el fin de elaborar etiquetas desde cero o con la intención de traducirlas a otros idiomas, la industria alimentaria debe ceñirse a estrictas normas de consumo. En el caso español, estas normas se fijan a nivel europeo.

Por ejemplo, en los supermercados de España los alimentos preenvasados deben incluir por ley los siguientes datos impresos en las etiquetas: nombre del producto, lista de ingredientes y alérgenos, fecha de caducidad, nombre y dirección de la empresa, país de procedencia, relación cuantitativa de los ingredientes, información nutricional, pesaje neto del alimento, etcétera.

Además, ciertos alimentos envasados están obligados a indicar más información. Algunos de estos alimentos son, por ejemplo, las carnes y pescados, los lácteos, las botellas de agua mineral, el café soluble, los azúcares, los aceites y las grasas, la harina o la mermelada.

Por otro lado, en el apartado tipográfico también se encuentran fijados ciertos requisitos que no pueden pasarse por alto. El tamaño mínimo de la letra debe ser de 1,2 milímetros, por ejemplo, y bajo ningún concepto deberá ser necesario abrir el producto o extraerlo del plástico para poder acceder a la información del etiquetado.

 

La importancia de la traducción del etiquetado de los productos alimenticios.

 

Una buena y precisa traducción de las etiquetas de los productos alimentarios es fundamental, pues sirve para que todos los consumidores, independientemente de su idioma, conozcan los ingredientes, origen y detalles de los productos que desean adquirir. Las etiquetas, por tanto, son herramientas fundamentales de comunicación entre la empresa y el cliente.

Pero la tarea de traducir los etiquetados, almacenajes y envases posee particularidades y dificultades específicas. Esta es la razón por la que la figura del traductor profesional y especializado resultará fundamental. No valdrá con emplear por nuestra cuenta el traductor automático de Google para traducir las etiquetas a otros idiomas, en definitiva.

¿Qué se consigue exactamente delegando este trabajo a una agencia de traducción profesional? La respuesta es sencilla: haciéndolo, las empresas se aseguran de que sus productos sean comprendidos por el mercado y los clientes objetivo, logran transmitir información clara en el idioma objetivo del mercado (inglés, francés, portugués, chino, etcétera.), se ahorran sanciones por incumplimiento de las normas y también se evitan la retención, siempre pesada y costosa, de sus productos en las aduanas.

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